Tres puertas


Mas no morirán para siempre y, en su transformación de mañana

darán

con más calor

a la tierra,

de su muerte,

pasado mañana,

brotes de espeanza.



lunes, 14 de mayo de 2012

Cuando vio arañas, muchas tarántulas que subían por su sábana, que trepaban por sus brazos, su cuello y hacían cosquillas en su cara, lanzó un alarido y se despertó.

Hacia ya dos semanas que permanecía encerrado en su departamento de dos ambientes, con las cortinas bajas, chateando lo menos posible y bloqueando el teléfono. Se había aprovisionado de jugos, leche, ansiolíticos recetados, comidas enlatadas, cigarrillos, algo de alcohol, no mucho para racionarlo con cierta cordura. La poca que le quedaba después que durante más de un año hubiera sido descerebrado.

Pero ahora, en plena abstinencia, se sentía más fuerte y seguro que nunca. Sabía que quería reponerse, necesitaba volver a ser el hombre de antes, el que disfrutaba de la vida, las mujeres y el arte. Había sentido miedo después de haberlo perdido hacía tiempo, volvió a violentar su paz que tanto trabajo le había conseguido alcanzar. Llegó a creer en no creer y también a sospechar de su nobleza, la mentira se volvió verdad defendida y la humillación y el desprecio moneda corriente.

Pero todo eso se había terminado, comenzaba una nueva vida, con el amor que sentía por saberse siempre un hombre enamorado. Pues ella no lo merecía y se había equivocado, era ya el diablo poseído, una mujer que había perdido.

Había llegado a su vida de una manera extraña, casi impertinente. Y sus confusos sentimientos hacia ella lo habían intoxicado.

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